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Mario Eduardo Rivas Montero

 

 

Mario Eduardo Rivas Montero nació el 4 de mayo de 1956 y murió el 24 de agosto de 1989 tras una larga lucha contra el sida. Sus inicios en la música se remontan a 1962, cuando ingresó al coro de niños de la Iglesia de Nuestra. Sra. de Guadalupe, popularmente conocida como la Gualupita en la colonia San Rafael. Allí, destacó por su impresionante voz y pasó en poco tiempo a ser soprano solista. Alentado con esmero y dedicación  por su padre, aprendió guitarra por sí solo; participó desde pequeño en programas infantiles de televisión donde ganó numerosos premios. Más tarde, al mudar de voz a tenor, en medio del espíritu revolucionario adquirido durante su estancia en el CCH Naucalpan, fundó y dirigió ahí mismo el Grupo Víctor Jara, entre cuyas componentes destacan Eugenia y Margarita León. Con este grupo vocal de excelente factura y como miembro del desaparecido Partido Comunista Mexicano, recorre varios países europeos –República Democrática de Alemania, Checoeslovaquia, la URSS-, y posteriormente Cuba, Nicaragua y parte de Sudamérica. El grupo Víctor Jara graba un bello disco Vamos Patria, con arreglos orquestales de Alicia Urreta –pianista y compositora mexicana amiga y colaboradora de José Antonio Alcaraz, y alcanzan reconocimiento a nivel nacional. El grupo se disuelve en 1980 y Mario inicia su carrera como cantante de rock en el grupo MCC, fundado entre otros por Humberto Álvarez, Enrique Quezadas y Jorge Velasco. En este grupo se ponen en práctica las ideas de avanzada que Mario y Humberto habían adquirido como militantes del movimiento de liberación  homosexual -Humberto en Lambda y Mario en el FHAR, siendo el primer grupo, y Mario el primer cantante, que interpreta canciones con temas abiertamente gay en México. En 1989, bajo el auspicio del Archivo Lésbico de Leeuwarden, en Holanda, recorrió durante tres meses Europa, haciendo presentaciones en Atenas, Estocolmo, Berlín, Ámsterdam y otras ciudades holandesas. Una de las facetas de Mario poco conocidas para muchos fue su magnífica calidad de compositor de música para teatro, y su gran amor por los niños a quienes dedicó múltiples composiciones. Entre sus mejores creaciones están las que hizo para El lado oscuro de la luna, El Edén y La Cruzada de los Niños, de Juan Jacobo Hernández, Fauna Rock de Leonor Azcárate y El Cisne que nunca  duerme de Rodolfo Odín. También trabajó con Sylvia Corona en el Taller de Teatro del CCH Oriente, y en el Taller de Teatro de la UAM-Iztapalapa (TATUAMI), donde musicalizó varias obras originales. Deja grabado un disco con MCC -Sobrevivientes- en 1987; un casete póstumo con materiales no publicados salió en el primer trimestre de 1990. Su gusto por la música popular mexicana, el bolero, la música tropical de calidad, su rígida formación musical y sus flamígeras ideas de liberación, justicia y democracia, lo convirtieron en un trovador inigualable, modesto y a la vez carismático, querido y respetado por cuantos lo conocieron. La Guillotina, de quien Mario fue un entrañable y predilecto amigo, cuya colaboración solidaria como cantante tuvo en varias ocasiones, le dedica este pequeño homenaje en reconocimiento a su trabajo y como recuerdo cariñoso al militante, al compañero, al amigo.